América

PASA, PASA

 

Me estoy dando cuenta tengo una bipolaridad importante: siempre digo que creo que lo más valioso en esta vida son las personas que nos cruzamos y todo lo que ello significa (los momentos vividos, las sonrisas juntas, las enseñanzas que te dejan, el cariño recibido…), pero irrisoriamente, por otro lado, me encanta llegar a un lugar donde no hay nadie, sentir que el lugar es todo para mí, especialmente cuando estoy viajando y no me cruzo otros (o pocos) turistas, siento que estoy en un lugar especial, una joya oculta. 
 
 
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Llegar a un pueblito y tenerlo todo para mi


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Y encontrarme estas escenas de la vida cotidiana

  

Me quedaba un día más en Santa Clara antes de seguir rumbo, y todavía no sabía qué iba a hacer, tenía ganas de moverme, salir, ver algo distinto. Capaz tenía miedo de que vuelva a pasar algo malo si me quedaba otro día ahí =p. Me puse a leer la guía de viajes de los chicos, y encontré que cerca había un par de pueblitos que parecían interesantes, sobretodo porque decía algo así como “viajeros han reportado tener sus mejores experiencias en este pueblito”. Que reportaban experiencias de las más bonitas, de las más cálidas, Por qué no probar.
 
Decidí ir a Trinidad, así que tenía que salir desde el terminal local donde están los buses para cubanos. Sucede que en Cuba, literalmente, hay buses para cubanos (que los extranjeros, la mayoría de las veces, tienen prohibido usar), y buses (en realidad es un monopolio del gobierno, la empresa Viazul) para extranjeros. Sin embargo, en este caso, sólo pasaban por allá los buses para cubanos. En Cuba pasa algo extraño con los buses, cada vez que llega el bus y lo anuncian, la gente corre a amontonarse para subirse, y esta vez, no fue la excepción. Todos tenían ticket para subir, aunque no para sentarse, y supongo que por eso todos querían subirse primero. De Santa Clara a Remedios hay 50km, pero el viaje es de 1h30, con mucho calor, mucha gente, muchos quejándose y gritándole al chofer y a otras personas, bajando y subiendo en Camajuaní, Taguayabón y otros pueblos, y nada, nada, de comodidad.
 
 
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En Remedios  me iba a encontrar con esto
 
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Y este señor mirando
 
Cuando llegamos era pleno mediodía, y por la calle apenas pasaba gente. Un calor aplastante (como ya era costumbre) que sacaba las ganas de recorrer y ver que me encontraba a la vuelta de la esquina. Un vendedor de frutas por acá, una bici por allá, alguien que se acercaba a comprar, un señor apoyado en el marco de la puerta. Y yo dando vueltas.  No voy a negar que en algún momento sentí que había tan poca gente, y todo parecía tan tranquilo, que dudé en que algo “interesante” pueda pasar, y ya estaba pensando en tomarme el próximo bus. Iba caminando por la sombra, tratando de esquivarle al sol, y paro a sacarle una foto a una casa. En eso, un señor de adentro sale a saludarme, muy simpáticamente. Me pregunta si necesito algo, si quiero agua. Moría por agua fresca. Y me invita a pasar. Me invita a sentarme con él, su mujer, su hijo. Y de repente, estaba en un pueblito en Cuba en medio de una escena familiar: mirando las noticias en la tele, conversando, comiendo algo. Disfrutando el rato en familia. Habrá pasado un hora entre una cosa y la otra, hasta que entre la comida y el calor me empezó a bajar un sueño demasiado fuerte, por lo que decidí seguir camino antes de quedarme dormida ahí mismo.
 
 
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El señor de las frutas y verduras
 
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Una calle solitaria


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Alrededores de la plaza principal (y la única)
 
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En el almacén
 
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Haciendo la limpieza 
 
Y un par de cuadras después, de nuevo. Le estaba sacando fotos a un bicitaxi estacionado, cuando una voz de mujer desde atrás me dice que ese bici-taxi era de su marido. Me doy vuelta y había una señora (no muy señora en realidad, pero era ese tipo de mujeres que se nota que parece que tuvieran más años de los que en realidad tienen). Y al lado suyo, sus dos hijitos. Y de nuevo, me invita a pasar. Me ofrece un vaso con agua, el que acepto más que agradecida. Y para mi sorpresa, me pregunta si tengo una moneda del Che, la moneda de 3 CUP que tiene grabada su imagen, que si no me consiguen una. Me pregunta si me gustaba el maní y si había probado las barras de maní, que sino me compra una. Y en todo eso, sus hijitos yendo y viniendo y posando adelante mío todo el rato para que les siga sacando fotos. Me encanta eso de los nenes, la espontaneidad que tienen, la predisposición para que les saquen fotos. Se acercan, se alejan, posan, buscan cosas, se disfrazan, quieren tocar la lente. Es un juego más para ellos, y si encima pueden verse después, los entusiasma más todavía.
 
 
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En el almacén de casa
 
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Mailin y William
 
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Mailin y William, jugando
 
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Y ellos siguen posando
 
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Ella es era todo una modelo, apenas me dejaba hablar con la madre porque quería que le saque fotos todo el rato… pero no se quedaba quieta! =)
 
Estuvimos hablando de la situación de Cuba, de cómo se vive, del turismo, de sus familiares que viven en el extranjero y les mandan cosas para los nenes, que de otra forma para ellos sería imposible comprar, de las cosas que había para hacer cerca de Trinidad, de otros amigos extranjeros, de qué hacía yo, cómo era vivir en Argentina, de qué iba a hacer. La tarde terminó entre fotos, charla, lluvia, papelito con dirección para mandarle las fotos de los nenes, galletitas y, mágicamente, combinando las dos partes de mi bipolaridad: tener un pueblito prácticamente para mi, sin muchas personas, sin casi otros turistas, y cruzándome en el camino con dos familias que me siguieron demostrando que lo mejor de viajar no son las fotos ni los lugares recorridos, sino las personas que nos cruzamos en el camino, y todos esos momentos y sensaciones que ni las palabras ni las fotos pueden reflejar, y sólo quedan en nuestra memoria.
 
Dicen que muchas veces los polos opuestos se atraen =)

Me gusta ver este blog como un espacio en el que compartir mis viajes para animarte a que vos también te lo hagas. Vas a encontrar historias, fotos, info útil y consejos para te animes y des el primer paso.

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