Estar en Estambul es asombrarse a cada paso, a la vuelta de cada esquina, es perderse horas recorriendo los bazares y probando Turkish Delights (una especie de gomitas cuadradas que tienen diferentes sabores) y las diferentes combinaciones de frutos secos que ofrecen, es entrar a cada mezquita que se cruza en el camino y maravillarse con lo diferente que es una de otra, es descubrir las diferencias viendo desde mujeres cubiertas de pies a cabeza con el chador negro teniendo incluso tapadas las manos con guantes negros y los ojos cubiertos con anteojos negros, hasta mujeres vistiendo “normal” (aunque para mi normal es un término relativo a lo que uno esta acostumbrado a ver, lo normal es normal en una sociedad determinada y no puede siempre aplicarse a otras los parámetros son otros) o mejor dicho, como nos vestimos en Argentina, pasando por mujeres vestidas muy anticuadamente con sacos negros largos y el turban (bufanda-velo que se usa para cubrir la cabeza y el cuello) sin que se les ve ni un mechón hasta mujeres vestidas modernamente y con coloridos pañuelos en la cabeza pero mostrando un poco de pelo.
Las diferencias, la variedad, la autenticidad, lo cosmopolita, la diversidad, el movimiento, la vitalidad, TODO es increíble. Es mirar y maravillarse. Es diverso en cultura, en religión, en etnias. No por nada Estambul fue nombrada Capital de la Cultura Europea en 2010 junto a Pecs (Hungría) y Essen (Alemania).
Estambul tiene una riqueza histórica, cultural y étnica de más de 5000 años, algo que reconoció la UNESCO hace más de 25 años al declarar como Patrimonio de la Humanidad diferentes zonas históricas. Es el tipo de ciudad en que 2 o 3 días no son siquiera suficientes para ver los principales puntos de interés y poder también descubrir su cultura, es el tipo de lugar que a lo mejor en una semana uno puede visitar muchos barrios, monumentos, construcciones y acercarse más a los locales, pero es definitivamente una ciudad que por el tamaño y la diversidad lleva a querer verlo todo, palparlo todo, experimentarlo todo.
Creo que estoy muy insistente con las palabras llena, diversidad, cosmopolita, cultura, riqueza… si llego a hacer esas “nubes de palabras” con el post anterior y éste, seguramente las palabras que mencioné estarían bien, bien grandes. El hecho es que me es muy difícil expresar lo que es Estambul, y lo que viene siendo Turquía para mí hasta ahora, con palabras. Siento que no me alcanzan, que no son suficientes.
Me paso horas y horas, desde temprano en la mañana hasta entrada la noche, recorriendo tanto la parte vieja en el Cuerno de Oro, como la parte moderna que comprende tanto Asia como Europa. También aprovecho para hacer lo que más me gusta, que es estar con gente del lugar, desde comunicarme con señas con la mamá del chico que me hospeda (no habla inglés más allá de “eat, eat, eat” o “water?” cuando me despierto en la mañana o llego a la noche para hacerme comer), ir a una graduación del mejor amigo de este mismo chico (bastante diferente de por cierto, se graduó y sólo fuimos ellos dos y yo a tomar algo.. olvídense de los huevos, harina, yerba y festejos de por medio con amigos y familiares), hablar con la gente de los bazares que sin excepción alguna conocen a Maradonna y Messi por lo que se ponen súper felices cuando les digo que soy argentina.
Tampoco puede faltar una de las mejores cosas de cada nuevo lugar: la gastronomía. Conocer y probar nuevas comidas y bebidas, algo que tanto disfruto en cada nuevo lugar, desde el Rakı (un licor con mucho gusto a anís que se mezcla con agua y queda blanco) el mismo días que llegué, mejillones con arroz, encontrarme con un desayuno de huevo duro, aceitunas negras, tomate, pepino, pastel de espinaca, pan y té a las 8am mi primera mañana, el döner kebab (una comida que se encuentra a cada paso, son láminas de cordero o pollo prensadas y puestas en un hierro que se asan verticalmente y después se ponen en un pan o pita con verduras), simit (un rosca de pan totalmente cubierta con semillas de sésamo), Çay (té negro que toman a toda hora), pide (vendría a ser la “pizza” de allá, pero tiene forma de barco y es casi cerrada, con rellenos desde queso y huevo hasta, la gran mayoría, con carne), köfte(un amasado de lentejas rojas –originalmente de carne así que no se qué estuve comiendo en realidad- con mucho picante que después se come con hojas de lechuga, envuelto en un un pan tipo fajitas y con limón), sarma (como el niño envuelto, una hoja de parra rellena con arroz y con o sin carne, cocinada en aceite de oliva), yogurt natural (se usa para comer con las comidas.. si! Con comidas picantes como el köfte o con sarma) y ayran (yogurt con agua y sal, que se usa como bebida sobretodo cuando se come cosas muy picantes).
Definitivamente, hay muchísimo para ver, hacer y conocer. Yo, personalmente, después de un mes y medio viajando con mucho frío en Europa, una semana y más de 15 millones de personas de Estambul, y con todas las expectativas de mi intercambio por delante… ya no veo la hora de llegar a mi próximo (y por un tiempo) destino: Izmir.