Ayer decidimos ir a Caleta Tortel. Hubiésemos llegado, de no ser por 1) el pinchazo en una de las ruedas traseras, 2) la falta de combustible, y 3) algo que le pasó al motor del auto. Algo, porque no sabíamos qué era. El auto quedó a 17 km. de Puerto Bertrand, el pueblito donde estamos, en un mirador donde paramos a sacar fotos y en donde, de repente, empezó a salir humo del capó. Así sin más me fui a Cochrane, en el primer bus que pasó (al que me subí tan rápido, que me olvidé de llevar plata y mi celular), a tratar de conseguir un mecánico. Pero no había ni mecánico ni camión para llevar el auto a algún lado. La única solución era volver al lodge donde estábamos parando para, por lo menos, terminar bien el día: comiendo rico, durmiendo bien, mirando y escuchando el río.
Estando en Cochrane, sin solución para el auto, necesitaba volver a buscar a mi papá. Hice dedo una hora y media, hasta que una camioneta me levantó. Por suerte mi papá no estaba preocupado. Por suerte nos pudieron alcanzar hasta el Lodge. Por suerte comimos rico y dormimos bien. Por suerte al día siguiente un mecánico de la zona pudo ayudarnos. Y terminamos de recorrer el lugar, conocer la confluencia de los ríos Baker y Neff, andar por algunos senderos. Aunque nunca llegamos a Caleta Tortel.
Y eso, y todo lo que pasó y lo que no pasó, es la razón para, alguna vez, volver.
Me gusta ver este blog como un espacio en el que compartir mis viajes para animarte a que vos también te lo hagas. Vas a encontrar historias, fotos, info útil y consejos para te animes y des el primer paso.
2 Comentarios
hermoso relato!!! parece ayer y ya pasaron vaaaarrios meses. realmente dan ganas de conocer esas bellezas naturales. ojala un dia pueda!!!
Pingback: DIARIO AUSTRAL (V): ENTRE VENTISQUEROS | Mi vida en una mochila