Chile

MINIVIAJE: VUELTA AL LAGO LLANQUIHUE EN BICICLETA

Desde que llegué a Puerto Varas hace dos semanas, el lago Llanquihue es un imán. Me gusta observar sus estados, sus colores, sus reflejos, sus bordes. Desde sus orillas, por momentos, parece un mar: no distingo el agua del cielo, si hay viento se forman pequeñas olas e, incluso, a veces “crece” y pienso que es la marea. Por la noche, según dónde esté, escucho el sonido del agua meciéndose.

Miro el lago en el mapa y lo mido: la vuelta son 165km. Un domingo en la mañana pongo agua caliente en el termo, busco jengibre, fruta y frutos secos y salgo a pedalear. Voy hasta Ensenada, a unos 40km. Freno en cada rincón que me gusta a mirar el lago, a escribir, a tomar té. Me quedo con ganas y, cuando veo que en el pronóstico tres días seguidos de buen clima, armo las alforjas, rompo la cáscara de la comodidad y salgo.

Agarro el camino Línea Nueva, paralelo a la Ruta 5. En Llanquihue la ruta vuelve a acercarse al lago y también empieza a zigzaguear y subir y bajar.

En una de esas cercanías al lago, un barquito corta el azul del lago de manera perfecta, prolija, simétrica. Freno para sacar una foto. Un señor que estaba en una camioneta, esperando el barquito, me saca conversación: su trabajo, los salmones, el río, la contaminación, el cuidado. Cuando nos estamos despidiendo, me dice que tenga cuidado. Tengo tres reacciones simultáneas: mi mente se ríe con sarcasmo —y piensa: no de nuevo por favor —, mi cuerpo se entumece y se me aplasta el corazón, y me imagino ladrones.

También pienso que no puede ser, que es muy tranquila esta zona. Mi cabeza y un par de experiencias previas me juegan malas pasadas y convivo con el estrés del miedo a que me roben. No es agradable, me quita la respiración, me tensa y me hace imaginar las situaciones más improbables. Hace un tiempo empecé a controlarlo, un proceso en el que todavía estoy: aprender a manejar mis miedos es lo que me permite salir a pedalear aunque haya perros que me ladren, salir a caminar en cualquier ciudad a pesar de que mi cabeza imagina robos y salir a viajar aunque a veces me de miedo hacerlo sola. Aprendí que respirar profundo me calma, que a los perros puedo enfrentarlos y que mi imaginación es más dramática que la realidad.

Le pregunto al señor por qué tengo que tener cuidado. Si algo también aprendí en estos años es que un camino peligroso no lo es solo por los robos: puede serlo por el mal estado de la ruta, por el tráfico, por los animales.

Es muy angosta la ruta, me dice.

Qué alivio. Y sí, es angosta, no hay banquinas, tiene muchas curvas y contracurvas. Pero también es tranquila. Apenas pasan autos.

Y hay sol.

Y respiro.

Y pedaleo.

Y observo.

Y avanzo.

Es junio y los días son cortos. Cuando empieza a bajar el sol también empieza a hacer frío. Como es casi invierno, hay muchas casas vacías: se nota porque, además del silencio y las ventanas cerradas, no sale humo de las chimeneas.

Golpeo las manos. ¿Hola? ¿Hola? Espero. Es la tercera vez que repito la secuencia. Sale humo de la chimenea: alguien tiene que haber en la casa. Ya intenté en otros lugares: en una casa me mandaron al pueblo, en el pueblo los bomberos estaban en remodelación, en tres casas nadie me atendió, en otra el señor solo era amigo del dueño y ya se iba, todos los campos están cercados.

Estoy nerviosa: quedan unos 20 o 30 minutos de luz, tengo mucho frío en los pies y me quedé sin agua. Golpeo las manos otra vez, llamo otra vez. Cuando estoy a punto de seguir, aparece una señora agitando la mano. Se acerca, le explico, abre la tranquera, sonrío, me tranquilizo: todo sucede a la vez. Mientras subimos hacia la casa me dice que hay una cabaña con una habitación y otra con dos. Me río de mí misma: no me había dado cuenta de que era un complejo de cabañas.

No tengo dinero para una cabaña, solo necesito un lugar para poner la carpa, le digo. Es verdad: aunque hubiera querido pagar, salí con apenas 7000 CLP, unos 10 USD. Para tres días de viaje, con carpa y llevando comida, llevo dinero más por precaución que por necesidad.

Agita la mano como diciendo No te preocupes y me dice que espere, que va a hablar con su marido. No se demora: no tuve tiempo siquiera de observar todo el lugar. Sale de su casa con una llave en la mano y me dice que puedo dormir ahí, en esa cabaña, que hace mucho frío para dormir afuera. Abre la puerta: dos camas, cocina, baño, estufa a leña, una mesa y cuatro sillas, televisor, wifi y dos ventanas: una con vista al volcán Osorno, otra con vista al Calbuco.

Me pregunta si está bien y mi “sí, por supuesto” me resulta escaso. Prende la estufa a leña, me muestra dónde hay más leña y me deja para que me acomode. A la media hora toca la puerta: me pregunta si ya cené, si tomo sopa, si quiero compartir con ellos la cena, que su marido es francés, que están preparando sopa de calabaza. Que vaya a las 19:30. Me ducho y voy. Compartimos una comida muy francesa: hay sopa de calabaza y crème fraîche, luego morrones salteados, panceta y huevo frito, vino, quesos varios de postre, una compota de moras y frambuesa. Robert dice donc en vez de entonces y tiene unos gestos que no sabría describirlos pero que para mí son muy franceses. Estudié varios años francés, y esto es lo más cerca de Francia que siento estuve en mi vida. Me acuerdo de mi mamá, que también estudia francés y casi que disfrutaría más que yo estar acá. Me acuerdo de Jose, con quien viajé hasta hace unas semanas: él disfrutaría más que yo esta cena, que digo que no, gracias a la mitad de la cosas.

Hablamos: me cuentan cómo se conocieron, por qué eligió este lugar del mapa, sus planes de comprar un velero. Yo sonrío: las situaciones que me resultaban naturales viajando en bici en Colombia o Ecuador ahora se dan acá, a escasos kilómetros de donde estoy viviendo.

Al día siguiente salen temprano hacia Puerto Montt, por lo que los saludo antes de irme a dormir. En mi cabaña el fuego sigue prendido un rato más mientras escribo sobre el día que termina.

 

DÍA 2: Los Bajos – Puerto Clocker

Me despierto. Miro los volcanes. Desde que estoy en el sur es mi ritual diario. Desayuno y salgo. El aire es frío pero hay sol. Al llegar a Puerto Octay veo el lago desde arriba: no deja de sorprenderme, desde cada arista me parece hermoso. Cruzo el pueblo y tomo el desvío a Playa Maitén. Mientras avanzo por la ruta, veo que hay huecos entre los arbustos que dan acceso a la playa frente al lago. Paso por uno, y aprovecho para comer y descansar y escribir frente al lago. Si no fuera porque los días son cortos, darían ganas de quedarse horas con ese silencio y esa soledad.

lago llanquihue y volcán calbuco
El lago Llanquihue y el volcán Calbuco.

El camino desemboca en la ruta principal y sigo en dirección a Las Cascadas. Ya está bajando el sol: es hora de buscar dónde dormir. En una casita veo un señor. Me acerco: ¿Sabe dónde podría poner mi carpa? Señala hacia atrás, una casita de madera entre los árboles, y me dice que hace mucho frío para que duerma al aire libre. Por la noche hace alrededor de -1°C.

¿Sabe dónde podría poner mi carpa? Miró hacia atrás, por sobre su hombro y me dijo algo que no entendí pero sí entendí la intención: que había un lugar donde podía dormir. Después señaló hacia atrás, una casita de madera entre los árboles, y me dijo que hacía mucho frío para que duerma al aire libre. Esos días hacía -1°C por las noches.

Acomodé la carpa, me puse ropa limpia y fui a la casa de ellos. En este mini viaje no llevé cocinita pero sí comida: si me prestan la cocina puedo prepararme la cena. Los tres perros que están atados alrededor de la casa ladran, José sale a calmarlos para que entre y Jorge me dice que estaba por irme a buscar para que vea tele un rato.

Mientras espero que el agua para la polenta hierva en la cocina a leña, amaso panes: José lo estaba haciendo pero respira agitado, tiene una pierna mala y le cuesta moverse. Ningún médico sabe qué tiene.

¿Quiere que lo ayude?

Eso le dije y fue a sentarse a ver tele. Amaso 8 panes, chiquitos, copiando los que él hizo hasta recién. Me gusta la escena: llegué hace una hora y estoy en la cocina, al lado del fuego, haciendo pan, conversando. Voy a pasar dos horas con ellos mientras ceno, mientras los panes se cocinan, mientras tomo un té, mientras miro una novela chilena, mientras Don José me cuenta los accidentes que tuvo y Don Jorge que está a mitad de sus treinta días de vacaciones que se le acumularon en dos años.

Cuando el cansancio le empieza a ganar a mi voluntad para permanecer despierta, los saludo.

“Mañana venga a desayunar señorita”, me dice José antes de que me vaya a dormir.

DÍA 3: Puerto Clocker – Puerto Varas

Estoy de nuevo ahí, frente a la cocina a leña, mientras el agua se calienta y Don José mira el auto del patrón saliendo del fundo que está enfrente. Son las 8am, acabo de entrar en la casa. Pase señorita, pase, siéntese a comer pancito, me anima.

Tomamos café y pan con mantequilla. Hago lo que no hago jamás, pero me recuerda a cuando era nena y adolescente: pongo azúcar sobre la mantequilla tibia. Sabe a infancia. A las 9:30 salgo. Está anunciado lluvia para después del mediodía y, por ahora, está nublado. Paso por Cascadas y me acuerdo que el año anterior estuve en febrero en ese mismo pueblo: ahora no hay nadie. Sigo avanzando, ya con ciclovía al costado de la ruta. Paro a tomar un té y comer unas galletas aprovechando las sillas en un puesto cerrado al costado de la ruta. Aparece un perro, y luego una señora. Le pido agua y le pregunto por la lluvia. Me dice que todavía no, que cuando empiece a haber viento, a la hora llueve. Lo anoto mentalmente.

Vuelvo a la ruta, quiero llegar a Ensenada antes de que llueva. Una hora después empieza a soplar viento. Miro el reloj: son las 12. El lago quedó atrás, ahora me rodean árboles secos que van poniéndose verdes mientras me acerco a Ensenada. Cuando llego al cruce decido hacer dedo: la semana pasada pedaleé esta parte, no tengo impermeable y se anuncia lluvia fuerte. A los diez minutos frena una camioneta, subimos la bici y andamos. A los diez minutos se larga a llover. Es la una del mediodía.


FICHA TÉCNICA. Lo que necesitás saber para hacer la vuelta al lago Llanquihue en bicicleta

  • Dificultad baja: ruta corta (165km), tiene algunas cuestas pero accesibles.
  • Infraestructura: al ser una zona turística hay variedad de hospedaje, desde camping hasta hoteles (en Frutillar,  Los Bajos, Puerto Octay, Cascadas, Puertos Varas, Ensenada). Hay ciclovía un tercio del recorrido, hay afluencia de vehículos por lo que en caso de ser necesario se puede pedir ayuda.

Tiempo necesario: 3 días de pedaleo, a ritmo tranquilo.

Recorrido: desde Puerto Varas, la ciudad con mayor conectividad del área, se puede realizar el recorrido en cualquier de los sentidos. Si se cuenta con más días pueden aprovecharse para conocer más lugares: descansar en Puerto Varas, visitar la cascada de Petrohué, subir al volcán Osorno, ir a  termas.

mapa vuelta al lago llanquihue en bicicleta

Época ideal: Si bien es una ruta que se puede hacer en cualquier momento del año, durante el verano hay mejor clima -más horas de sol, menos lluvia- y mayor cantidad de servicios disponibles pero, también, mayor afluencia de gente en todos los sitios y más tráfico. El otoño es, para mí, la época ideal.

Equipo necesario: si se quisiera optar por un viaje más liviano (o por no tener todo el equipo necesario), se puede prescindir del camping y alojarse en cabañas o hostel ambas noches. Caso contrario, es necesario llevar carpa, aislante, saco de dormir, cocinilla, combustible, ollita. Se viaje en la época en la que se viaje, es imprescindible llevar campera de abrigo (pluma o sintética) e impermeable.

Ideal para: primer viaje en bici, viaje de fin de semana, viaje con comodidades, viaje extendido si sumamos otros circuitos o visitas a atractivos.


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Me gusta ver este blog como un espacio en el que compartir mis viajes para animarte a que vos también te lo hagas. Vas a encontrar historias, fotos, info útil y consejos para te animes y des el primer paso.

10 Comentarios

  1. Qué gran relato! te conocí por el programa de radio “elviatgealaltre” y al leerte me reviviste sentimientos y recuerdos de años atrás cuando llegue a Europa por vacaciones y empecé a recorrer pueblos en Alemania en bicicleta… esas vacaciones me cambiaron por completo, decidí quedarme a vivir aquí y seguir viajando y ver el mundo con otros ojos.
    Felicidades por todas las aventuras!!

    • Nati Bainotti Responder

      Hola Sole! Qué lindo encontrarnos en historias de otros, qué hermosa esa sensación que contás de conectarte tanto con un lugar para decidir quedarte viviendo. Te mando un abrazo grande =)

  2. hola…
    el viernes recién pasado apareció el lago llanquihue como ruta en bici para conocer bien el equipo en ruta, mis compañeros y todo lo que implica salir en bicicleta por varios días.
    ese lago, el volcán y cada rincón de ese lugar me transporta a mi infancia. Nacido, criado y educado junto al lago, apareció como destino previo a una ruta más grande que quiero realizar más adelante. por ahora busque algún relato de esta vuelta y tus letras son inspiradoras.
    volveré a mis tierras lacustres en bicicleta en el mes de marzo y será maravilloso.

    Desde Cobquecura, un fuerte abrazo!

    • Nati Bainotti Responder

      Hola César! La vuelta al lago es preciosa, ese lago y ese volcán son increíbles, me alegra mucho que vayas a pedalearlo, estoy segura de que te reconectará con tu lugar desde una nueva mirada. ¡Te mando un abrazo!

  3. José Colombano Responder

    Es la primera vez que leo un post tuyo. Precisa descripción del lugar. Puerto Varas es un lugar donde vacacionan muchos los chilenos porque el agua del lago Llanquigüe es mas templada que la del Oceano Pacifico ( cerca esta Puerto Mont). Abrazo.

  4. Te dejo mi mensaje xq me encantó tu blog.. soy Damián.. gracias por compartir tu hermosa y bella experiencia..

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