Bolivia

DESTINO: MADIDI

Habíamos llegado a La Paz después de doce horas en bus desde Sucre, con una idea en mente: ir a Rurrenabaque. Estaba la posibilidad de ir al Madidi gracias a una agencia de turismo que nos iba a dar el tour de cortesía, pero no teníamos a respuesta 100% confirmada sobre si podíamos ir el día que le había propuesto.

De todas formas, nos arriesgamos, y fuimos. Qué más daba, si no se daba, la íbamos a pasar bien de todas formas. Pasado el mediodía, el bus salió desde Villa Fátima, el barrio desde donde salen los buses a las yungas, hacia Rurre.

Me gustaría haber tenido un grabador por telepatía para poder registrar todos y cada uno de los pensamientos, sentimientos y emociones que se me cruzaron en esas veinticuatro horas arriba del bus: desde ansiedad hasta miedo, de alegría a hartazgo, de sueño a maravillazgo (ya sé que no existe, pero así está bueno esto de poder inventar palabras)  por el paisaje.

El viaje de La Paz a Rurrenabaque se nos hizo algo así como eterno. Para unir los 400km que separan La Paz de Rurrenabaque, hay dos opciones: tomar un bus (que cuesta 60-70bs, y demorará entre dieciocho y veinticuatro horas, según el estado del camino) o tomar un vuelo (que  cuesta 70USD, y después de sólo treinta o cuarenta minutos ya está aterrizando). Yo todavía no lo sabía, pero si uno va por primera vez, y tiene tiempo, te recomiendan ir en bus: el paisaje a lo largo de toda la ruta es de los más lindos en toda Bolivia.

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Saliendo de La Paz

Lo que sí sabía -o me imaginaba en realidad, pero nunca para tanto-, era que el camino era peligroso. ¿Peligroso como qué? Como que en verano (que es época de lluvia) se cierra, como que los camiones o buses pueden quedar atascados patinando en el barro, como que han habido deslizamientos del camino y con ello caídas de buses (y muertes), como que la ruta es tan angosta que apenas pasa un vehículo y los choferes hacen malabares para pasar.

El viaje fue todo un periplo: de La Paz a Coroico fue tranquilo, sólo muchas nubes, lluvia, y el conductor que -a pesar de esas condiciones y de ser camino de montaña- pasaba a cuanto bus y camión tuviera adelante. ¿Que no se puede pasar en caminos de curva y contracurva? Se ve que en Bolivia esa regla no existe. El tráfico en este país es un capítulo aparte, y nuestro chofer se ve que tenía sueños frustrados de conductor de rally.

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Camino a Coroico, todavía era lindo…
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Pero después, el camino va cambiando…

Desde Coroico, se puso feo. Yo casi me muero de un paro. No, de un paro no. Casi me muero asfixiada. Era tanto el susto que me daba, el miedo que tenía, que dejaba de respirar. Contenía la respiración hasta que sentía que estábamos seguros (si seguro es la palabra aplicable al caso) de nuevo. Estaba tensa, me inclinaba hacia el lado contrario al que el bu se balanceaba, como si eso ayudara en algo (ilusa). Cerraba los ojos para evitar ver el precipicio enfrente mío. Aunque la Ruta de la Muerte original, esa que unía -y sigue uniendo- La Paz con Coroico, ya casi no se use, el camino que empieza un poco después de Yolosita y va hasta Caranavi, debería llamarse La Nueva Ruta de la Muerte: es la reencarnación de lo que alguna vez fue uno de los caminos más peligrosos del mundo. Por momentos se torna una vía única de 3,5 metros de ancho, con la montaña a un lado, y el precipicio del otro, hombres trabajando en la construcción de túneles y arreglos del camino, y decenas y decenas de camiones, buses y autos circulando a toda hora, baches y pozos de barro. Y además, tiene una particularidad: se circula por la izquierda. Resulta que, hace muchos años, los camiones iban cargados cuando hacían el recorrido Rurrenabaque-La Paz, por lo que era más seguro que vayan pegados a la montaña, sobre la mano izquierda. Hoy en día se sigue manteniendo esa costumbre, y en ese trecho, se conduce al estilo europeo.

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Barro, preicipio, montañay camino angosto. ¿Buena combinación?
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Esperando… gente trabajando, autos estacionados para que pasen los que vienen e sentido contrario, ruta embarrada…

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Cuando a la hora de la cena llegamos a Caranavi, un grupo de aproximadamente quince chicos se subió al bus, y tratando de descifrar de dónde eran, dimos en el blanco: israelitas. Unos días después, iba a entender por qué el lugar era tan famoso allá: en 1980, Yossi Ghinsberg, un israelí de menos de 25 años, sobrevivió veinte días perdido en la selva, luego de que la balsa en la que navegaba el río Tuichi se volcase, alimentándose de los frutos que veía comer a los monos y de carne de serpiente. Luego de ser rescatado por un cazador de la zona, escribió “El retorno del Tuichi”, contando su experiencia. Desde ese momento, el lugar se llena de israelitas, y los carteles en hebreo abundan por todos lados.

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Amanecer (en el bus) en la selva, con nubes y neblina.
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Calles de Rurre

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Después de veinticuatro horas viajando, llegamos. Exhaustos, habiendo pasado de frío a calor sofocante, de aguanieve a humedad. Acampamos en el patio de una casa de familia que nos ofreció el espacio para poner la carpa, y después de acomodarnos y ¡ducharnos!, salimos a buscar algo para almorzar. A las cuatro de la tarde, era un poco difícil. Paramos a preguntar en un bar donde afuera había algunas personas conversando, y ahí conocimos a Germán, un chileno que nació y vivió hasta sus 10 años en Tumupasa, un pueblito a 50km de Rurrenabaque. Y ahora que vivía en Iquique -como excusa para estar cerca del lugar- se estaba construyendo una cabaña ahí, en el medio de la selva, a sólo un kilómetro de una de las entradas del Parque Nacional Madidi. Y, encima, nos estaba invitando para que vayamos al día siguiente con él. Ah! Además, de la agencia nos habían confirmado la fecha para el tour. O sea, felicidad total.

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Primera tarde en Rurre: venta de plátanos en la costanera

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Del otro lado del río, Buena Vista
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El atardecer está llegando…

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Transporte de camiones por el río

Germán es de esas personas totalmente desisteresadas, que ahora da por todo lo que recibió en su momento: nos invitó el desayuno y el almuerzo, y ni nos dejó pagar el bote para cruzar el río Beni. Una vez en Buena Aventura -el pueblito del otro lado del río- esperamos hasta pasado el mediodía que terminaran de arreglar su camioneta; aunque le dijeron que a las 7am empezaban a arreglarla, no fue hasta que llegamos a media mañana que comenzaron. Todo tiene su propio ritmo en Bolivia.

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Camino a Tumupasa

Mientras esperábamos a la sombra y comíamos empanadas, nos contó de su infancia, entre gallinas, vacas y huertas, “sin luz ni gas. Una vida simple, mis papás vendían los huevos de gallina y con eso comprábamos el jabón, la sal, el azúcar… y la vida así te obliga a largas conversas, cenas; une a la familia”, como él mismo nos contaba. Cuando tenía diez años, sus papás decidieron volver a Chile para que reciba una buena educación, y desde ese momento él soñó con volver.

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Cuando,casi cuatro horas después, la camioneta estuvo lista, arrancamos. Cincuenta kilómetros, atravesados por cincuenta vertientes, separan Buena Aventura de Tumupasa, y el paisaje no da respiro en ningún momento: montañas tapizadas en árboles, selva adaptada como campos agrícolas -que como resultado genera eso tan raro para mí, como es ver vacas y caballos rodeados de palmeras-, ríos cruzando el camino (que autos y motos deben adivinar cómo pasar), guacamayos rojos cruzando en pareja el cielo, palos santos florecidos (el árbol al que se atan ladrones y cualquier tipo de maleantes para hacer justicia comunitaria, por las hormigas que siempre caminan en él), haciendas y tierras comunitarias pertenecientes a los Tacanas (la comunidad originaria de la zona) se suceden uno a atrás del otro, de uno y otro lado.

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Tumupasa

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Antes de que se haga de noche, nos llevó a conocer la cabaña: aunque todavía está en construcción, ya está lo suficientemente levantada -paredes y techo- como para imaginarse unos días en el lugar. Apunta directo al este, justo como para ver el amanecer entre esas dos montañas que forman una V profunda al frente. Los árboles altos dan sombra todo el día, y la terraza de cuatro metros que planea hacer uno puede verla; incluso, imaginarse en una hamaca paraguaya respirando el aire fresco. Nada ni nadie alrededor, más que la naturaleza, el ruido del río y la luz del sol. De ahí, empezamos a caminar a la entrada del Parque Nacional Madidi, un parque de 1,8 millones de hectáreas que protege gran parte del Río Madidi -uno de los ecosistemas de América del Sur que se mantiene más intacto- y más especies que cualquier otro parque en el mundo.

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Esta, la vista desde la cabaña. ¿Quién dice yo?
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El río que corre a metros de la cabaña

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Caminando a la entrada al Madidi

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Durante el kilómetro de subida, fue mi turno para acordarme cuando tenía, no sé, ¿6? ¿8? ¿10? ¿12?, a esas tardecitas de verano en que con mis primos, después de horas jugando en la pileta en la quinta de mi abuela, salíamos a recorrer las calles para agarrar chicharas. Los sonidos nos guiaban de esquina en esquina, de árbol en árbol, de chicharra en chicharra. Y el chancletear de las ojotas, el croar de las ranas, los bichitos de luz titilando, y el aire fresco después de una tarde de calor, nos acompañaban durante las caminatas. Igual que esa noche.

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Árboles gigantes
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Lagartijas mínimas…
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Orugas movedizas

 Aunque me fui de Rurrenabaque enojada, molesta conmigo misma y enculada (qué raro yo) porque a pesar de haber corrido bajo la lluvia y armar la mochila a las apuradas, el tour al que íbamos a ir al Madidi no se dio por un problema de comunicación, y porque me hubiese gustado quedarme más, hubo algo que me hizo cambiar de humor y me sacó una sonrisa: que siempre se puede volver a los lugares, que lo mejor de los viajes es la gente que uno cruza, y que las buenas historias no necesitan mucho tiempo. Como escuchar a alguien contar sobre una chica de 14 años que la primera vez que fue al pueblo, cuando vio los faroles de luz amarilla, dijo: “Mirá, estos del pueblo, que embotellan la luz”.

Me gusta ver este blog como un espacio en el que compartir mis viajes para animarte a que vos también te lo hagas. Vas a encontrar historias, fotos, info útil y consejos para te animes y des el primer paso.

14 Comentarios

  1. Hola , soy argentina y viajo a Bolivia en un mes hasta Perú, después de leer tu experincia me encantaría llegar a la selva de Madidi, voy de mochilera no cuento con mucho dinero como para pagar los tours turísticos, que me recomiendas, si tienes algún contacto te lo agradecería

    • Nati Bainotti Responder

      Hola Meli! La verdad no tengo ningún contacto, te tocaría llegar allá y averiguar con gente del lugar, pero es probable que si no hacés tour tengas que contratar guía local. Tené cuidado con la época y el transporte, porque se pone feo (peligroso me refiero) el camino con las lluvias. ¡Besos y buen viaje!

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  5. Hola! lei tu relato y me pareció muy bueno. Estoy saliendo a Bolivia la semana próxima, soy Argentina, y estoy muy interesada en ir a Tumupasa. Vi que estuviste allí, pero no puedo encontrar ninguna info al respecto. Se que no es muy turístico, pero dado que vos conociste gente allí (tu amigo chileno German, por ejemplo), pienso que tal vez puedas recomendarme algo. Realmente nos gustaría mucho llegar allí y un contacto local nos seria de mucha utilidad. Millones de gracias! Marcela

    • Nati Bainotti Responder

      ¡Hola! Para llegar a Tumupasa, tenés que tomar una lancha desde Rurrenabaque, y una vez en Buena Vista un taxi colectivo te lleva al pueblo; será 1h. aproximadamente de viaje. La verdad no tengo ningún contacto local allá, pero estoy segura que si vas y preguntás, la gente te ayudará con gusto. ¡Buen viaje!

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